domingo, 1 de octubre de 2017

Octubre...

Vuelvo a la carga. Hacía mucho tiempo que no probaba esto de escribir. Mucho menos en un blog. Pero he pasado 3 años dignos de olvidar. Llenos de cosas que no le deseo a nadie. Así que comenzando con una especie de limpieza interior espero volver a disfrutar de lo que tanto me gusta: escribir. 

Nunca pensé que me vería en una situación parecida. Que el amor (en su amplio sentido, no solo el de pareja) se volviera veneno, y el afecto y las ganas de ayudar en algo tóxico. 

A veces me da vergüenza o pesadumbre pensar en maltrato psicológico. Es una palabra demasiado seria como para usarla a la ligera. Pero, cuando sales de ahí y echas la vista atrás, te das cuenta que era mucho más serio de lo que pensabas. 

Como persona quedas anulada totalmente. Te acostumbras a recibir insultos y malos gestos, a pensar que si se enfada es porque algo estás haciendo mal. Que la culpa es tuya y que tienes que ser compresiva porque esa persona está mal y necesita ayuda de ti.

¿Y a ti? ¿Qué pasa contigo?

Tú siempre has sido fuerte. Siempre has salido de todo. Y ese complejo de superheroína no te ayuda a discernir que esa falta de aliento no es amor, sino un ataque de ansiedad. Y que la rabia que te está consumiendo no es por no poder ayudarle, es por saberte sin escapatoria. 

Hay personas que te brindan su mano para sacarte de ese pozo y, aunque la agarras, terminas cediendo ante ese canto de sirena que, de manera falsa y engañosa, te dirige hacia la oscuridad, hacia ese aislamiento del que crees tener el control, pero del que no sabes cómo salir. 

Siempre te has creído una chica con personalidad, incapaz de saberse manipulada. Si a mí me llegan a decir que iba a estar a merced de alguien de esa manera me habría reído y con fuerza... Y me vi, vaya que si me vi. Totalmente sometida, aislada y sin hacer caso a las pocas personas que sabían de esto. Golpeando el colchón de impotencia cada vez que veía en el montón de mierda en que me había dejado convertir. 

Hasta que un día algo en tu cabeza hace "click", hasta que de golpe un pequeño rayito de luz alumbra tu interior y comienzas a darte cuenta de todo. Que ese preocuparte por ella no es sino dependencia y miedo a que se enfade. Y que por evitar eso te comportas como crees que debes: sin mirar otra cosa que hacia delante, perdiendo de vista todo a tu alrededor. Mientras ella sí vive todo eso, pero tú debes estar a otro nivel, al de complacerla. 

Y decides que no. Que ya no más. Que debes dejar de quejarte y reaccionar de una puta vez. Que tú eres una chica valiente, que tiene mucho que dar y que el mundo no se merece estar privado de ti. 

Así que poco a poco vas despertando de ese letargo. Llena de miedos, llena de odio y de rencor... no con nadie, sino de haberte sentido atrapada en eso que has vivido. Poco a poco vas recuperándote y, con la ayuda de esas personas que te intentaron despertar en su día y nuevas personas que te hacen ver lo especial que eres (y siempre has sido), comienzas a renacer. Que te hacen recordar que habías olvidado esa estrella que siempre has llevado en el bolsillo y que te hace brillar. 

Gracias I, por estar siempre, incondicionalmente. Gracias M, por llegar a mi vida y hacerme sentir libre y segura. Incluso a V, que después de mantenerle al margen de mi vida cuando siempre había sido mi principal pilar, se ha vuelto a convertir en quién siempre ha sido. Y a toda esa gente que dejé "abandonada" por el camino, sepa disculparme y saber que si están en mi vida es porque en algún momento de mi vida los quise ahí y les sigo queriendo. 



Octubre...

Vuelvo a la carga. Hacía mucho tiempo que no probaba esto de escribir. Mucho menos en un blog. Pero he pasado 3 años dignos de olvidar. L...